4 de febrero de 2018

Los años en que no bastaba con rezar del Cardenal Silva Enríquez







    La Izquierda sigue contando sus medias verdades a través de diversas expresiones, sobre artísticas, relacionadas con el Gobierno Cívico Militar que gobernó el país entre el 11 de septiembre de 1973 y el 11 de marzo de 1990. Lo malo fue ese gobierno, no la Unidad Popular. Viendo una noticia cualquiera que enlazaba con el diario La Tercera, me enteré por la sección Cultura que iban a sacar en el formato de la novela gráfica, la historia del Cardenal de Santiago, Raúl Silva Enríquez después del 11 de septiembre hasta la década de los ochenta con relación a los derechos humanos. Así leemos el titular de esa noticia : “El Cardenal, la novela gráfica sobre los años más difíciles de Silva Henríquez”.

     Por lo que desprende del titular que para el Cardenal de Santiago no fueron los años difíciles los tres años nefastos de la marxista de la Unidad Popular, en que la mayoría de la población temió al final de ese gobierno una dictadura comunista o la Guerra Civil.

   Después de la caída de Allende, la Iglesia Católica creó el Comité Pro Paz y de la que surgió la Vicaría de la Solidaridad, que apoyo primero al grupo terrorista Mir y luego al FPMR.

    En esa misma noticia citan las palabras de la abogada, Carmen Hertz, quien apoyo la charla que hizo el FPMR en el Instituto Nacional.

   En la novela gráfica se pregunta: “¿Cómo construimos una sociedad justa y en paz entre tanto dolor”. La culpa la tiene los militares, y no la Izquierda que uso la violencia y el odio en la política, y sigue odiando con la consigna: “Ni perdón ni olvido”.

  La novela es sesgada, pues cuenta el caso de los Hornos de Lonquén y de la gente que termino en el mar, como si en ambos casos hubiesen la orden hubiera emanado del gobierno mas no cuenta o describe los actos terroristas del Mir de esa época como el asesinato del intendente de Santiago, el general Carol Urzua y otros.

   El problema para el Cardenal era la DINA, no el Mir.

  También menciona la tortura.

   El jesuita y ex rector de la Universidad San Albero Hurtado, el sacerdote Fernando Montes contó en una entrevista que él ayudo a personas de la ex UP para que se refugiaran en las embajadas. Dicho sea de paso, viendo varios documentales sobre los jesuitas y he llegado a la conclusión que mucha odiosidad de Bachelet proviene de ese sacerdote. En esos documentales siempre usan la expresión “tal jesuita le hablaba al oído a tal persona”. El sacerdote que más le gusta a la marxista y atea presidente es el jesuita mencionado. Desde luego, que no lo tiene como confesor. Hay un video cuando el cura Montes presenta el libro Krassnoff: prisionero de su destino donde lo injuria. Hay que recordar que ese libro fue una reacción al libro Krassnoff: prisionero por servir a Chile, que se convirtió en un éxito editorial y ha sido publicado en otros idiomas. El jesuita jamás hablara mal del terrorista Miguel Enríquez.

    Gracias a la Iglesia Católica, los presos políticos militares sufren la crueldad de la Izquierda. Del Comité Pro Paz llegamos a la Vicaría de la Solidaridad, de ésta al sesgado Informe Rettig y a la novela porno el Informe Valech y, por último, a los teleserie para los afeminados de Izquierda Los Archivos del Cardenal.

   Ya lo dijo el general de la Fuerza Aérea, Carlos Alberto Rey Cortés que se suicidó el año pasado por una condena arbitraria e injusta, que uno de los responsables de la situación que viven los militares fue la Iglesia Católica: “He tomado esta drástica decisión, pues no creo en el Poder Judicial existente en el país, porque todo lo que un uniformado diga no tiene valor, pues los fiscales y abogados de DDHH se preocupan de llevar testigos falsos después de 40 años, fabrican peritajes de acuerdo a su conveniencia, etc., con la complicidad de la mayoría de los Jueces que sólo desean ascender como sea”. Él agrega en su carta: “hemos sufrido la peor derrota y humillación de la historia, a manos de los políticos de todos los colores (Izquierda, centro y derecha) y de la Iglesia Católica, usando sólo la pluma para escribir y la lengua para hablar en cuanto sistema informativo existe en Chile y a nivel internacional”.

   Luego me acordé de la tibia declaración que saco la Iglesia Católica después que cayó Allende que había leído en los libros de la Editorial Maye. Asimismo, volví al libro Desde la Cenizas, donde me muestra las relaciones conflictivas de la Iglesia con el Gobierno Militar desde el primer momento, hasta convertirse en opositor. Avanzando un capítulo más uno descubre que el Cardenal apoyaba a Allende y que ayudaron a los terroristas buscados. Tenían clara la noción del bien y del mal, o de los buenos y los malos.

    Lo que vienen a continuación lo saqué del libro Desde las Cenizas de James Whalen. La Declaración de la Iglesia Católica después de caída de Allende fue la siguiente: “la sangre que ha enrojecido nuestras calles, nuestras poblaciones y nuestras fábricas, la sangre de civiles y militares, las lágrimas de tantas mujeres y niños. Pedimos respeto por todos los que han caído en la lucha y, en primer lugar, para quien hasta el martes 11 de septiembre fue Presidente de la República”. Allende fue la primera víctima como dijo un escritor izquierdista, olvidándose de los asesinatos del Mir a civiles y militares hasta esa fecha. Igualmente, la declaración manifestaba “que los adelantos logrados por el gobierno pasado en favor de las clases obrera y campesina no sean abolidos”. Luego pedía que pronto “la normalidad institucional” retorne al país. Tal vez con esa expresión se referían a la casa de locos de la UP.

   La Revista Mensaje de los jesuitas de noviembre de 1970 señala: “Cuando Chile y el mundo juzguen a Allende, será juzgado como un revolucionario. ¿Habrá significado su trabajo en La Moneda un paso decisivo hacia la aparición del Hombre Nuevo: recto, libre, responsable, creativo y comprometido? ¿Se habrán marchado los antivalores fomentados por el sistema capitalista, en vista de las estructuras que los amparan hoy día? Allende sabe lo que se espera de él y está decidido a cumplir…A medida que el gobierno de la Unidad Popular avanza hacia (la creación de) ese Hombre Nuevo, un cristiano no puede sino marchar a su lado, puesto que el Hombre Nuevo no es otro que el mismo Cristo vino a instaurar en este mundial”.

    En una entrevista al diario La Nación en 1961, el Cardenal Silva Enríquez dijo: “Es estúpido rechazar todo lo comunista sólo porque es comunista. Ellos han hecho cosas positivas en la más delicada de las áreas, la moralidad pública”.

   James Whalen cuenta que en 1968 nueve sacerdotes, tres monjas y doscientos laicos se tomaron la Catedral de Santiago por protestar en favor de una píldora anticonceptiva y oponerse a la construcción del Santuario de Maipú, que fue una promesa que hicieron José San Martín y Bernardo O’Higgins, después de la batalla que hubo en ese lugar en 1818. Aquí viene lo más interesante: “Por veinticuatro horas, los invasores cantaron canciones de protesta y celebraron misa, después de haber adornado previamente el altar de la Catedral con imágenes del cura guerrillero Camilo Torres y el Che Guevara”.

 Luego cuenta el periodista norteamericano, que le Cardenal fue a ver a los rebeldes y dijo: “Fui a ver a los sacerdotes envueltos en este asunto, estuve con ellos y tuvimos un diálogo muy abierto, y sentido la bondad que hay en ellos. Creo que es muy bueno que haya tensiones”.

    En septiembre de 1969, la Iglesia Joven realizo un Misa en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile en honor al mirista Jorge Silva Luvecce, quien estaba en la cárcel por asaltar bancos. El sacerdote que ofició la misa fue el argentino José Ruiz Guiñazú. En su sermón condeno el camino violento del mirista, sin embargo afirmó: “pero la violencia tiene otros autores que no han aparecido en este proceso, y quienes, por el contrario, son hoy sus jueces: los muy ilustres y solemnes jueces de la Corte Suprema”. Ahora cito las palabras de Whelan: “Era el comienzo del permanente compromiso de otros sacerdotes con el MIR, especialmente después de la caída de Allende”.

   A fines de 1969, el Cardenal dijo: “Si un cristiano vota en conciencia por un marxista, yo lo comprendo”. El sacerdote jesuita y editor de la revista Mensaje, Padre Larraín dijo por la televisión: “No veo ninguna razón que impida que un cristiano vote por un marxista. Los marxistas y nosotros los cristianos podemos llegar a un acuerdo”. Como pueden ver las declaraciones son similares al actual Papa Francisco I con respecto a los comunistas: “Si acaso son los comunistas los que piensan como cristianos”.

    Cuando Allende todavía no había sido confirmado como presidente, un grupo de obispo saco la siguiente declaración a favor del candidato marxista: “Hemos cooperado, y queremos seguir cooperando, en producir cambios, especialmente aquellos que benefician a los pobres”.

   El Cardenal Silva Enríquez dijo en una recepción de la Embajada soviética lo siguiente: “Las reformas básicas contenidas en el programa de la Unidad Popular son apoyadas por la Iglesia Católica; miramos esto con inmensa simpatía”. Para confundir a los católicos de derecha.

   El jesuita Fernando Salas, el primer director ejecutivo del Comité Pro Paz en 1975 tuvo participación en la protección del segundo jefe del grupo terrorista Mir, quien estaba herido.

   La Iglesia Católica jamás condeno el terrorismo y la violencia de la Izquierda. Por tanto se hacen cómplices de los crimines del Mir y del FPMR.

   Monseñor Manuel Baeza fue el encargado de que indultaran a los terroristas del Frente Lautaro en tiempos de Ricardo Lagos a la vez que le negaba el mismo de los militares.

   Los años en que no bastaba con rezar se refiere al apoyo al régimen marxista de Allende. Tengo claro que si el Cardenal Silva Enríquez hubiese seguido mediando entre la Unidad Popular y la oposición, estaríamos igual que la actual Venezuela. No sé si sacerdotes progresistas de esa época verán reflejado el nefasto gobierno de Allende en el gobierno de Maduro.

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